viernes, 5 de septiembre de 2008

ESPIAS EN ARGENTINA?

De Científicos y espías
Esta es la historia de un espionaje real acerca de los desarrollos en física y química que tuvieron lugar durante la segunda guerra mundial. Paul Rosbaud, primero asesor científico de la Metalwirtschaft y, después de la prestigiosa editorial Springer-Verlag, tenía contactos con los mejores cerebros de la ciencia europea. Decidió oponerse con todas sus fuerzas al nazismo Y se convirtió en un topo (agente en el lugar) de los servicios de inteligencia británicos. Para todo ello adoptó el seudónimo "El Grifo".
La presentación del mundo científico hecha por Kramish es inferior a la de R. Jungk en su conocido libro Más brillante que mil soles. Kramish no parece ser un físico (si lo fuese, no llamaría a E. Rutherford "físico teórico") pero el material que presenta es valioso. En 1939 Rosbaud transinitió el informe de Oslo sobre cohetes, bonibarderos, torpedos acústicos, radar, etc. (Las tres ramas de las fuerzas armadas británicas rechazaron el informe, cuyo contenido se fue materializando en contra de ellas durante el transcurso de la guerra.) Detalló los intentos alemanes de fabricar una bomba nuclear y el fracaso de los mismos a partir de 1942 (antes de que comenzara el proyecto Manhattan). Finalmente informó sobre los desarrollos de las V-1 y V-2 que von Braun dirigió en Peenemünde. También ayudó a L. Meitner (la física judía que interpretó los resultados de 0. Hahn sobre fisión nuclear) a huir de Alemania.
En junio de 1942 el físico húngaro L. Szilard (otra víctima de la persecución nazi) recibió en los Estados Unidos una comunicación un tanto vaga de su colega alemán F. Houtermans sobre las actividades nucleares alemanes y sobre sus propias ideas al respecto, que incluían la producción de Pu239, con el cual puede fabricarse una bomba atómica. (Véase "Cincuenta años de la fisión nuclear", en Ciencia Hoy, vol. 1, N° 1, pág. 67.) Szilard interpretó esa información como evidencia de que los alemanes estaban produciendo una bomba, lo que precipitó la ejecución del proyecto Manhattan. Para esa fecha, y a través de El Grifo, los ingleses sabían ya del abandono del proyecto nuclear alemán, pero el duro jefe británico de Rosbaud, E. WeIsh, no compartió con sus aliados las informaciones obtenidas por medio de su agente. Una razón de la desistencia de los alemanes fue que el único moderador (frenador de neutrones) que consideraron, era el agua pesada, de la que nunca tuvieron cantidad suficiente. Los ingleses mantuvieron a los alemanes en su creencia y contribuyeron a su escasez mediante operaciones de sabotaje en la fábrica de agua pesada de Noruega, con el hundimiento de un barco que transportaba un cargarnento de la misma (además de civiles rioruegos) usando la misma red que transmitía las inforrnaciones de Rosbaud.
Corroboramos personalmente la existencia de Rosbaud, así como también sus tareas en la Springer-Verlag, a través de la profesora H. Levi (que actualmente ordena los archivos de Niels Bohr en Copenhague). Pero ella no pudo confirmarnos las otras actividades de Rosbaud. En realidad, por definición, los espías exitosos no dejan inuchos rastros de sus tareas como tales. Las hazañas de espionaje pudieron también haber sido inventadas o magnificadas por Kramish. El libro contiene, al final de cada capítulo, una bibliografia plausible que nos resulta imposible verificar. Verdadera o no, la historia narrada en el libro es apasionante de por sí. Pero quizá lo sea aún más los interrogantes que plantea, de los cuales comentaremos dos.
La actuación de los físicos alemanes durante la guerra y, en particular, de W. Heisenberg. Del libro de Jungk antes citado se desprende la superioridad moral de los físicos alemanes, que habrían elegido no construir la bomba atómica. La documentación de Kramish indica que intentaron hacerla y que abandonaron el intento por no saber cómo. N. Bohr siempre creyó que Heisenberg (su discípulo más destacado) había visitado Copenhague en 1942 para sonsacarle información. (A. Bohr, hijo de Niels, y también Premio Nobel de Física, nos confirmó personalmente las dudas de su padre sobre la actuación de Heisenberg.) El libro de Kramish contiene interesante información sobre este tema que para nosotros era desconocida, y su lectura constituye un complemento necesario a la del libro de Jungk.
El valor ético de un espía. Cuando Rosbaud murió en 1963 sólo dejó 500 libras esterlinas. Tampoco buscó la fama, pues tanto él como el Servicio Secreto Británico mantuvieron silencio. Lo motivó fundamentalmente su odio al nazismo. Sin embargo, existe una literatura que condena nioralmente a los espías. Por ejemplo A. Moorhead, en The Traitors, acusa a May, Fuchs y Pontecorvo, quienes transmitieron información a los soviéticos sobre el proyecto Manhattan, pese a que también creían servir a sus ideas (nos gusten o no). Sería interesante conocer la opinión de Moorhead sobre El Grifo.
Daniel R. BesDepartamento de FísicaComisión Nacional de Energía Atómica.

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